¿Qué hacer ante problemas en el
aprender? Un asunto de ‘calidad educativa’.
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PREGUNTAS
y MÁS PREGUNTAS… ¿Te apuntas a construir juntas/os también respuestas?
Herman Van de Velde
Enero 2015
Estos días, uno de los libros que leí
fue uno titulado ‘Qué será de nosotros, los malos alumnos’, del autor español
Álvaro Marchesi (2004). Lo compré en Barcelona hace tres años, pero fue hasta
estas vacaciones que me re-encontré con el libro y me hizo reflexionar:
¿Hay realmente buenas/os y malas/os estudiantes?
¿Cómo definir un/a buen/a estudiante?
Así como se hace referencia a buenas/os y malas/os
estudiantes, entonces, ¿también habemos buenas/os y malas/os docentes?
¿Y buenas o malas escuelas, universidades,…?
¿Y qué aporto yo a la calidad en el aprender, el mío
propio y el aprender en las y los demás?
En el mismo libro, el autor nos
aclara muchas cosas, incluyendo lo del título.
Este artículo retoma varios de sus
planteamientos, además de reflejar mi propio pensar y sentir frente a problemas
en el aprender. Este pensar y sentir personal lo expreso a través de muchas preguntas… invitando a que, en
cada escenario educativo construyamos juntas/os, cooperando genuinamente, las
respuestas que necesita cada situación particular.
PREGUNTAS y más PREGUNTAS…
¿Qué tipo de problemas de aprendizaje encontramos en nuestro escenario
educativo?
Para cada tipo de dificultad en el
aprender, ¿quiénes son las personas
relacionadas directamente e indirectamente con esta dificultad? ¿Se lo
hemos preguntado directamente a la o a el estudiante?
¿A
quiénes hemos escuchado de verdad para poder interpretar y comprender de fondo el problema? ¿Entre quiénes hemos compartido, tanto
en este proceso de comprensión, como también en definir compromisos para su
superación? ¿Quiénes estamos entonces
comprometidas/os, estamos integradas/os (¿y cómo nos integramos?) en la superación de este problema, y de
otros?
¿Cómo
se siente la o el estudiante
relacionada/o con un problema en el aprender? ¿Lo asume como su problema
personal, como problema del grupo, como problema del contexto, de la o del
docente, de su historia, de las casualidades de vida, de su familia,…?
¿Cuál es la actitud de la o del docente
frente a un problema en el aprender en su aula? ¿Lo asume como su problema
personal, como problema del grupo, como problema del contexto, de la o del
estudiante como persona en particular, de su historia, de las casualidades de
vida, de su contexto familiar,…?
¿Cómo se caracteriza este problema de
aprendizaje? ¿Es único para esta/e estudiante? ¿Es particular para el grupo?
¿Es un problema que aparece en la mayoría de los grupos de estudiantes? ¿Es de
tipo nuevo o un problema que se presenta todos los años? En mi tiempo como
estudiante, ¿ya existía este tipo de problema? Si es así, ¿cómo se superaba?
¿Era adecuada la medida en aquel contexto? Ahora
en otro contexto, ¿cuáles podrían ser medidas de superación?
¿Qué desencuentros ha provocado este problema, especialmente entre
estudiantes entre sí, entre estudiantes y docentes y también entre estudiantes
y/o docentes y la institución? ¿Cuáles han sido las consecuencias de estos des-encuentros?
¿Podría haber sido diferente? ¿Bajo qué condiciones? ¿Por qué?
¿Qué tiene que ver el escenario educativo propio en el
cual está inmersa/o la o el estudiante? (la Escuela, la Universidad, la
Institución, el Departamento, la Dirección, el ambiente educativo,…)
Y qué tal el currículum, tanto su versión oficial como el oculto (tiene que
ver con la pregunta anterior, por supuesto), ¿se adecúa a las necesidades
actuales, las necesidades de carácter ‘PerSocial’?
Y de último, no una pregunta sino una
confirmación: sea cuál sea el problema de aprendizaje, sea de quién sea
(directa o indirectamente), ESTE
PROBLEMA ES NUESTRO y SU SUPERACIÓN DEBE SER RESPONSABILIDAD COMPARTIDA.
Tal que vale una nueva pregunta: ¿Yo, qué he hecho para
su superación, no yo solita/o, sino en cooperación con otras personas
relacionadas con este problema?
EDUCACIÓN INCLUYENTE, ¡una condición sine qua non para Calidad Educativa!
Por falta de capacidad nuestra en
encontrar e implementar las respuestas ‘adecuadas’ ante los problemas del
aprendizaje, nuestra educación se vuelve excluyente: quedan fuera quienes no
logran superar los problemas de aprendizaje.
¿Es totalmente cierto lo anterior? ¿Y
si no conviene al sistema, ni a la institución que tantas/os estudiantes quedan
fuera? Entonces podemos bajar nuestras exigencias educativas, ¿no? ¿Y entonces
dónde queda la calidad?
¿Cuántas veces ocurre que ‘aprobamos’
a un/a estudiante considerando su problema, sus problemas… SIN contribuir ni un
tantito a la debida superación del problema real de aprendizaje?
¿Yo tengo la culpa (como docente)? ¿No es que tengo que cumplir con el programa
de estudio y no me da tiempo para ocuparme de problemas ajenos a mi programa de
estudio? Además, son muchas/os estudiantes en un solo grupo, así que, ¿cómo lo
hago para atender problemas personales? ¿No es que ya tengo suficientes
problemas yo misma/o?
Una expresión directa de una
educación excluyente es la deserción: estudiantes que se retiran de sus
estudios, de su colegio, de su carrera. Cuando un funcionario de educación me
preguntó sobre cómo evitar la deserción, le respondí con otra pregunta: ¿Cómo
garantizar que a cada estudiante y docente su colegio, sus clases, su carrera,
su universidad, su estudio,… le guste, tal que se sienta muy bien estudiando,
aprendiendo mucho desde y en la vida, compartiendo, cooperando, aportando
sustancialmente al aprender colectivo,,…?
Espero que las siguientes reflexiones
aporten en la construcción de una respuesta a esta pregunta… ¿Me sigues?
Me tomo la libertad, compartir con
ustedes 9 dilemas de una Educación
Incluyente:
Dilema (1):
¿Educación excluyente de hecho, Educación incluyente por principio? ¿Qué
significa de verdad una educación incluyente? ¿Qué compromiso adquirimos,
construimos como grupo, tal que NADIE quede fuera, en ninguna de las
asignaturas? ¿Qué hacemos para lograrlo?
Dilema (2):
¿Qué merece la prioridad: la exigencia social o la necesidad ‘persocial’.
Álvaro Marchesi (2008, p. 23) lo
plantea así: “Si entendemos los ritmos de
cada alumno y les evaluamos en función de ellos, tal vez no aseguremos el
control que la sociedad exige sobre el nivel admitido para certificar el
conocimiento de los alumnos. Si, por el contrario, aplicamos una norma común
para la acreditación de los conocimientos de los alumnos, posiblemente no
hacemos justicia a las diferencias entre ellos.”
Dilema (3): La
evaluación, ¿es un instrumento de juicio final o más bien se convierte en parte
esencial del proceso de aprendizaje? Si gracias a una evaluación aprendí de mi
error (tal que me aplacé), este aprendizaje aún se toma en cuenta (tal que
pueda aprobar)?
Dilema (4):
Como docente, ¿pretendo controlar todo yo sola/o o más bien me abro a los
aportes de estudiantes para que sean verdaderas/os co-autoras/es del proceso,
independientemente que implica que también el control será compartido?
Dilema (5):
Más allá de ser protagonistas y actoras/es claves mis estudiantes, ¿también son
autoras/es de sus propios escenarios de aprendizaje? ¿Me queda clara la
diferencia esencial entre ambas situaciones?
Dilema (6): La
(r)evolución tecnológica que vivimos, ¿la aprovechamos para la inclusión o
provoca aún más exclusión, considerando las grandes diferencias que tienen
estudiantes y docentes entre sí en cuanto a, tanto el acceso, como el manejo de
estas nuevas tecnologías de información y comunicación?
Dilema (7):
Mis aportes como docentes, ¿se convierten en conferencias o construimos
espacios de conversación, de diálogo y de encuentro? En estos espacios, ¿cuántas/os estudiantes participan?
¿Todas/os o siempre las/os mismas/os?
Dilema (8):
¿Imponemos nuestras normas y reglas o ejercemos la exigencia flexible y la
flexibilidad exigente, acompañadas de una ‘exigencia productiva’?
Dilema (9):
¿Quién tiene la última palabra en los encuentros y des-encuentros? ¿Siempre soy
yo o acepto – ‘con buenas ganas’ – que también pueda ser la otra o el otro?
IDEAS… para ir
construyendo respuestas como parte esencial de cada escenario educativo
particular.
¿Qué tal si convertimos el ambiente
de competir en un ambiente educativo de
cooperación genuina? ¿No creen que todas/os nos sentiríamos mejor si no
hay, NUNCA, en NINGUNA CIRCUNSTANCIA perdedoras/es?
¿Qué tal si nos escuchamos de verdad, si aprendemos a escucharnos con
intencionalidad y calidad?
¿Qué tal si nos ponemos en los
zapatos de la otra persona relacionada, antes de juzgarla? Y aún mejor: NO JUZGUEMOS sino COMPRENDAMOS.
‘Com-prender’ es prender – encender, pero juntas/os (‘con’). Es decir:
para poder comprender, hay que iluminar entre varias personas, esto es el
significado de ‘comprender’.
¿Qué tal si empezamos a asumir la
importancia de compartir y aprender
juntas/os en vez de siempre querer enseñar, orientar,…? Esto implica
trabajar con los aportes de estudiantes, ya que ellas/os son personas que ya
saben bastante y además también pueden investigar. ¿Y si les acompañamos en
este proceso de aprendizaje, tal que aprendamos juntas/os?
¿Qué tal si al final del semestre, por
iniciativa propia, elaboramos un Informe
de Proceso, en el cual visualizamos claramente lo que aprendimos, como
docente, de nuestro trabajo con estudiantes? ¿Qué tal? ¿Te apuntas?
¿Qué tal si en vez de querer dominar
el grupo o manejar el grupo, más bien empezamos a trabajar COMO grupo, aportando mi granito de maíz para que el grupo
también se convierta en un verdadero equipo de trabajo?
¿Qué tal si ubico la evaluación como parte del proceso de
aprendizaje y no como algo que valora solo un producto (juicio final), un
producto que ya no puede variar (supuestamente)? ¿Implica esto sustituir las
modalidades tradicionales (pruebas, exámenes,…) por modalidades alternativas de
evaluación?
¿Qué tal si construimos espacios de
conversación, diálogo y encuentro productivo para compartir e intercambiar entre docentes, orientándonos a impulsar
innovaciones pedagógicas necesarias, apoyándonos entre todas/os y cooperando
genuinamente como equipo también? ¿Qué hace falta para lograrlo?
…
PREGUNTAS (algunas repetidas) (NO)
FINALES
¿Qué voy a hacer para garantizar este año más calidad en nuestro quehacer
educativo? ¿Cuál es mi plan de trabajo particular en este sentido?
¿Cuál es la relación entre los
problemas que enfrentamos en los grupos, en cuanto al aprender, y los problemas
sociales que vivimos diariamente?
Docentes y estudiantes, ¿realmente,
además de ser protagonistas y actoras/es clave, también somos autoras/es de nuestros propios escenarios educativos? ¿Qué
hace falta para que avancemos en este sentido?
Como docente, ¿cómo concretar mi papel en cuanto al aporte que puedo y debo
garantizar en la construcción colectiva de calidad en el aprender? ¿Cuál es mi
responsabilidad social – frente a la sociedad? ¿Cuál es mi responsabilidad
frente a cada estudiante en su carácter esencialmente ‘persocial’?
Como institución, ¿se facilita realmente el trabajo en equipo
y se nos garantizan las condiciones mínimas (¿cuáles son?) para que trabajemos
nuestros propios textos, en cooperación con colegas y estudiantes?
Como estudiantes, ¿asumo debidamente mi responsabilidad frente a mi propio
aprendizaje con la debida calidad? ¿Qué hago más allá de lo que orienta
cada docente? ¿Cuál es mi propio aporte como co-autor/a de nuestro escenario
educativo?
… Más y más preguntas
… Más y más invitación a que
cooperemos construyendo respuestas
… Más y más URGENTE se hace que
trabajemos la CALIDAD EDUCATIVA en nuestro propio contexto educativo
¿Te apuntas? ¿Cómo?
Herman Van
de Velde
Enero, 2015